Fecha de Nacimiento: 25 de agosto de 1923, Bogotá, Colombia
Fecha de fallecimiento: 22 de septiembre de 2013, México, D. F., México
Álvaro Mutis Jaramillo fue un novelista y poeta colombiano. Vivió en México desde su juventud y hasta su muerte. Es considerado uno de los escritores hispanoamericanos contemporáneos más importantes.
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Para Fernando López
Escucha Escucha Escucha
la voz de los hoteles,
de los cuartos aún sin arreglar,
los diálogos en los oscuros pasillos que adorna una raída alfombra
escarlata,
por donde se apresuran los sirvientes que salen al amanecer como
espantados murciélagos
Escucha Escucha Escucha
los murmullos en la escalera; las voces que vienen de la cocina,
donde se fragua un agrio olor a comida, que muy pronto
estará en todas partes,
el ronroneo de los ascensores
Escucha Escucha Escucha
a la hermosa inquilina del "204" que despereza sus miembros
y se queja y extiende su viuda desnudez sobre la cama.
De su cuerpo
sale un vaho tibio de campo recién llovido.
¡Ay qué tránsito el de sus noches trem0lantes como las
banderas en los estadios!
Escucha Escucha Escucha
el agua que gotea en los lavatorios, en las gradas que invade un
resbaloso y maloliente verdín.
Nada hay sino una sombra, una tibia y espesa sombra que
todo lo cubre.
Sobre esas
losas -cuando el mediodía siembre de monedas el mugriento piso-
su cuerpo inmenso y blanco sabrá moverse dócil para las
lides del tálamo y conocedor
de los más variados caminos. El agua lavará la impureza
y renovará las fuentes del deseo.
Escucha Escucha Escucha
la incansable viajera, ella abre las ventanas y aspira el aire queviene
de la calle. Un desocupado
la silba desde la acera del frente y ella estremece sus
flancos en respuesta al incógnito llamado.
II
De la ortiga al granizo
del granizo al terciopelo
del terciopelo a los orinales
de los orinales al río
del río a las amargas algas
de las algas amargas a la ortiga
de la ortiga al granizo,
del granizo al terciopelo
del terciopelo al hotel
Escucha Escucha Escucha
la oración matinal de la inquilina
su grito que recorre los pasillos
y despierta despavoridos a los durmientes,
el grito del "204"
¡Señor, Señor, por qué me has abandonado!
De "Los elementos del desastre"
Un llanto
un llanto de mujer
interminable,
sosegado,
casi tranquilo.
En la noche, un llanto de mujer me ha despertado.
Primero un ruido de cerradura,
después unos pies que vacilan
y luego, de pronto, el llanto.
Suspiros intermitentes
como caídos de un agua interior,
densa,
imperiosa,
inagotable,
como esclusa que acumula y libera sus aguas
o como hélice secreta
que detiene y reanuda su trabajo
trasegando el blanco tiempo de la noche.
Toda la ciudad se ha ido llenando de este llanto,
hasta los solares donde se amontonan las basuras,
bajo las cúpulas de los hospitales,
sobre las terrazas del verano,
en las discretas celdas de la prostitución,
en los papeles que se deslizan por solitarias avenidas,
con el tibio vaho de ciertas cocinas militares,
en las medallas que reposan en joyeros de teca,
un llanto de mujer que ha llorado largamente
en el cuarto vecino,
por todos los que cavan su tumba en el sueño,
por los que vigilan la mina del tiempo,
por mí que lo escucho
sin conocer otra cosa
que su frágil rodar por la intemperie
persiguiendo las calladas arenas del alba.
De "Los trabajos perdidos"
V. Desciendes
por el río...
Desciendes por el río.
La barca se abre paso
entre los juncos.
El golpe en la orilla
anuncia el término del viaje.
Bien es que recuerdes
que allí esperé,
vanamente,
sin pausa ni sueño.
Allí esperé,
tiempo suspendido
gastando su abolida materia.
Inútil la espera,
inútiles el viaje
y el navío.
Sólo existieron
el áspero vacío,
en la improbable vida
que se nutre
de la estéril materia
de otros años.
* * * * *
VI. En alguna corte perdida...
En alguna
corte perdida,
tu nombre,
tu cuerpo vasto y blanco
entre dormidos guerreros.
En alguna corte perdida,
la red de tus sueños
meciendo palmeras,
barriendo terrazas,
limpiando el cielo.
En alguna corte perdida,
el silencio
de tu rostro antiguo.
¡Ay, dónde la corte!
En cuál de las esquinas del tiempo,
del precario tiempo
que se me va dando
inútil y ajeno.
En alguna corte perdida
tus palabras
decidiendo,
asombrando,
cerniendo
el destino de los mejores.
En la noche de los bosques
los zorros buscan
tu rostro. En el cristal
de las ventanas
el vaho de su anhelo.
Así mis sueños
contra un presente
más que imposible
innecesario.
* * * * *
VII. Giran, giran...
Giran,
giran,
los halcones
y en el vasto cielo
al aire de sus alas dan altura.
Alzas el rostro,
sigues su vuelo
y en tu cuello
nace un azul delta sin salida.
¡Ay, lejana!
Ausente siempre.
Gira, halcón, gira;
lo que dure tu vuelo
durará este sueño en otra vida.
* * * * *
VIII. Lied de la
noche
La nuit vient sur un char conduit par le silence.
La Fontaine
Y, de repente,
llega la noche
como un aceite
de silencio y pena.
A su corriente me rindo
armado apenas
con la precaria red
de truncados recuerdos y nostalgias
que siguen insistiendo
en recobrar el perdido
territorio de su reino.
Como ebrios anzuelos
giran en la noche
nombres, quintas,
ciertas esquinas y plazas,
alcobas de la infancia,
rostros del colegio,
potreros, ríos
y muchachas
giran en vano
en el fresco silencio de la noche
y nadie acude a su reclamo.
Quebrantado y vencido
me rescatan los primeros
ruidos del alba,
cotidianos e insípidos
como la rutina de los días
que no serán ya
la febril primavera
que un día nos prometimos.
* * * * *
IX. Lied marino
Vine a
llamarte
a los acantilados.
Lancé tu nombre
y sólo el mar me respondió
desde la leche instantánea
y voraz de sus espumas.
Por el desorden recurrente
de las aguas cruza tu nombre
como un pez que se debate y huye
hacia la vasta lejanía.
Hacia un horizonte
de menta y sombra,
viaja tu nombre
rodando por el mar del verano.
Con la noche que llega
regresan la soledad y su cortejo
de sueños funerales.
Hay que inventar una nueva soledad para el deseo. Una
vasta soledad de delgadas orillas
en donde se extienda a sus anchas el ronco sonido del deseo.
Abramos de nuevo todas las
venas del placer. Que salten los altos surtidores no importa hacia
dónde.
Nada se ha hecho aún. Cuando teníamos algo andado, alguien se detuvo en
el camino para ordenar sus vestiduras y todos se detuvieron tras él.
Sigamos la marcha. Hay cauces secos
en donde pueden viajar aún aguas magníficas.
Recordad las bestias de que hablábamos. Ellas pueden
ayudarnos antes de que sea tarde
y torne la charanga a enturbiar el cielo con su música estridente.
De "Primeros poemas" 1948-1952
1
La primera luz se enciende en el segundo piso de un
café. Un
sirviente sube a cambiarse de ropas. Su voz gasta los tejados y en
su grasiento delantal trae la noche fría y estrellada.
2
Aparte en un tarro de especias vacío, guarda un mechón
de pelo.
Un espeso y oscuro cadejo de color indefinido como el humo de los trenes
cuando se pierde entre los eucaliptos.
3
Vestido de amianto y terciopelo, recorrió la ciudad.
Era el pavor disfrazado
de tendero suburbano. Cuántas historias se tejieron alrededor de sus
palabras
con un sabor de antaño como las nieves del poeta.
4
Así a primera vista, no ofrecía belleza alguna. Pero
detrás de un cuerpo
temblaba una llama azul que arrastraba el deseo, como arrastran ciertos
ríos
metales imaginarios.
5
Otra luz vino a sumarse a la primera. Una voz agria la
apagó como se mata
un insecto. A dos pasos de allí, el viento golpeaba ciegas hojas contra
ciegas estatuas.
Paz del estanque. ..luz opalina de los gimnasios.
6
Sordo peso del corazón. Tenue gemido de un árbol. Ojos
llorosos limpiados furtivamente
en el lavaplatos, mientras el patrón atiende a los clientes con la
sonrisa sucia de todos los días.
Penas de mujer.
7
En las aceras, el musgo dócil y las piernas con manchas
aceitosas de barro milenario.
En las aceras, la fe perdida como una moneda o como una colilla.
Mercancías.
Cáscara débil del hollín.
8
Polvo suave en la oreja donde brilla una argolla de
pirata. Sed y miel de las telas.
Los maniquíes calculan la edad de los viandantes y un hondo, innominado
deseo surge
de sus pechos de cartón. Mugido clangoroso de una calle vacía. Rocío.
9
Como un loco planeta de liquen, anhela la firme baranda
del colegio con su campana
y el fresco olor de los laboratorios. Ruido de las duchas contra las
espaldas dormidas.
Una mujer pasa y deja su perfume de cebra y poleo. Los
jefes de la tribu se congregaron después de la última clase
y celebran el sacrificio.
10
Una vida perdida en vanos intentos por hallar un olor o
una casa. Un vendedor ambulante
que insiste hasta cuando oye el último tranvía. Un cuerpo ofrecido en
gesto furtivo y ansioso.
Y el fin, después, cuando comienza a edificarse la morada o se entibia
el lecho de ásperas cobijas.
De "Los elementos del desastre"
Esta era la letanía recitada por el gaviero mientras se bañaba
las torrenteras del delta:
Agonía de los oscuros
recoge tus frutos.
Miedo de los mayores
disuelve la esperanza.
Ansia de los débiles
mitiga tus ramas.
Agua de los muertos
mide tu cauce.
Campana de las minas
modera tus voces.
Orgullo del deseo
olvida tus dones.
Herencia de los fuertes
rinde tus armas.
Llanto de las olvidadas
rescata tus frutos.
Y así seguía indefinidamente mientras el ruido de las
aguas
ahogaba su voz y la tarde refrescaba sus carnes laceradas por
los oficios más variados y oscuros.
Extraído de ciertas visiones memorables de Maqroll El Gaviero
de la Obra poética.
La fiebre atrae el canto de un pájaro andrógino
y abre caminos a un placer insaciable
que se ramifica y cruza el cuerpo de la tierra.
¡Oh el infructuoso navegar alrededor de las islas
f donde las mujeres ofrecen al viajero
la fresca balanza de sus senos
y una extensión de terror en las caderas!
La piel pálida y tersa del día
cae como la cáscara de un fruto infame.
La fiebre atrae el canto de los resumideros
donde el agua atropella los desperdicios.
De "Los elementos del desastre"
Respira la noche,
bate sus claros espacios,
sus criaturas en menudos ruidos,
en el crujido leve de las maderas,
se traicionan.
Renueva la noche
cierta semilla oculta
en la mina feroz que nos sostiene.
Con su leche letal
nos alimenta
una vida que se prolonga
más allá de todo matinal despertar
en las orillas del mundo.
La noche que respira
nuestro pausado aliento de vencidos
nos preserva y protege
"para más altos destinos".
De "Los trabajos perdidos"
Esta noche ha vuelto la lluvia sobre los cafetales.
Sobre las hojas de plátano,
sobre las altas ramas de los cámbulos,
ha vuelto a llover esta noche un agua persistente y vastísima
que crece las acequias y comienza a henchir los ríos
que gimen con su nocturna carga de lodos vegetales.
La lluvia sobre el zinc de los tejados
canta su presencia y me aleja del sueño
hasta dejarme en un crecer de las aguas sin sosiego,
en la noche fresquísima que chorrea
por entre la bóveda de los cafetos
y escurre por el enfermo tronco de los balsos gigantes.
Ahora, de repente, en mitad de la noche
ha regresado la lluvia sobre los cafetales
y entre el vocerío vegetal de las aguas
me llega la intacta materia de otros días
salvada del ajeno trabajo de los años.
De "Los trabajos perdidos"
1. Si oyes correr el agua
Si oyes correr el agua en las acequias,
su manso sueño pasar entre penumbras y musgos,
con el apagado sonido de algo
que tiende a demorarse en la sombra vegetal.
Si tienes suerte y preservas ese instante
con el temblor de los helechos que no cesa,
con el atónito limo que se debate
en el cauce inmutable y siempre en viaje.
Si tienes la paciencia del guijarro,
su voz callada, su gris acento sin aristas,
y aguardas hasta que la luz haga su entrada,
es bueno que sepas que allí van a llamarte
con un nombre nunca antes pronunciado.
Toda la ardua armonía del mundo
es probable que entonces te sea revelada,
pero sólo por esta vez.
¿Sabrás, acaso, descifrarla en el rumor del agua
que se evade sin remedio y para siempre?
2. Como espadas en desorden
Mínimo Homenaje a Stéphane Mallarmé
Como espadas en desorden
la luz recorre los campos.
Islas de sombra se desvanecen
e intentan, en vano, sobrevivir más lejos.
Allí, de nuevo, las alcanza el fulgor
del mediodía que ordena sus huestes
y establece sus dominios.
El hombre nada sabe de estos callados combates.
Su vocación de penumbra, su costumbre de olvido,
sus hábitos, en fin, y sus lacerías,
le niegan el goce de esa fiesta imprevista
que sucede por caprichoso designio
de quienes, en lo alto, lanzan los mudos dados
cuya cifra jamás conoceremos.
Los sabios, entretanto, predican la conformidad.
Sólo los dioses saben que esta virtud incierta
es otro vano intento de abolir el azar.
De "Poemas dispersos"
Otra vez el tiempo te ha traído
al cerco de mis sueños funerales.
Tu piel, cierta humedad salina,
tus ojos asombrados de otros días,
con tu voz han venido, con tu pelo.
El tiempo, muchacha, que trabaja
como loba que entierra a sus cachorros
como óxido en las armas de caza,
como alga en la quilla del navío,
como lengua que lame la sal de los dormidos,
como el aire que sube de las minas,
cono tren en la noche de las páramos.
De su opaco trabajo nos nutrimos
como pan de cristiano o rancia carne
que enjuta la fiebre de los ghettos
a la sombra del tiempo, amiga mía,
un agua mansa de acequia me devuelve
lo que guardo de ti para ayudarme
a llegar hasta el fin de cada día.
De "Los trabajos perdidos"
Por los árboles quemados después de la tormenta.
Por las lodosas aguas del delta.
Por lo que hay de persistente en cada día.
Por el alba de las oraciones.
Por lo que tienen ciertas hojas
en sus venas color de agua
profunda y en sombra.
Por el recuerdo de esa breve felicidad
ya olvidada
y que fuera alimento de tantos años sin nombre.
Por tu voz de ronca madreperla.
Por tus noches por las que pasa la vida
en un galope de sangre y sueño
Por lo que eres ahora para mí.
Por lo que serás en el desorden de la muerte.
Por eso te guardo a mi lado
como la sombra de una ilusoria esperanza.
De "Los trabajos perdidos"