(Acámbaro, Guanajuato, México, 1973)
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Narrador. Entre sus publicaciones se encuentran: “Tesoros de México” (2011) editorial Trafford; “La Noche de los Orfelunios” (2012) editorial Palibrio; ganador del XV Premio Nacional de Novela Jorge Ibargüengoitia con la novela “Feralis” publicada por editorial La Rana (2013) y Ediciones Oblicuas de Barcelona España (2014). Durante estos últimos 3 años dio a conocer a través de editorial Puente de Piedra “Del Chiquistriquis y Otros Demonios I y II” con retazos de cuentos breves de su autoría divulgados en periódicos, antologías, blogs y revistas literarias; así como la antología narrativa con escritores residentes en los municipios guanajuatenses de la cuenca media del río Lerma, compilada en el libro Tintas del Lerma I (2014) editorial Palibrio.
Su obra ha sido bien acogida en libros y revistas de cuento. Entre los más destacados se encuentran “Alebrije de Palabras” (2013) Benemérita Universidad Autónoma de Puebla; “Ríspida Introspección” (2013) Alja ediciones; revista literaria Catarsis de Ciudad Victoria Tamaulipas; La Trinca del Cuento del Sol de Irapuato; “Diezmo de Palabras” del Sol del Bajío; “Criaturas Supersticiosas” (2015) Alja ediciones; finalista con mención honorífica del jurado en el “I Certamen de Microrrelatos de Amor no Correspondido” que convocó la editorial Las Letras Como Espada, de España (marzo 2015). Su última participación fue en la antología “Ecos del Nido” editada por el CONARTCUA y Municipio Libre de Jerécuaro, compartiendo espacio junto a importantes artistas plásticos y los más destacados narradores guanajuatenses, la cual salió al público en el mes de abril (2015).
Periodismo. Colaborador de “El Sol del Bajío” y “A la Una Noticias” a través su columna editorial semanal; además de ser un indiscreto empedernido de lo más políticamente incorrecto cuando lo invitan a colaborar con su opinión en cualquier medio impreso o digital.
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CEFALEA
—¡Algo camina en mi cabeza!
Nadie le creyó: terminó con un balazo en la sien.
Cuando hicieron la autopsia sacaron una tijerilla regordeta de tanto comer alojada en su lóbulo temporal.
DIVORCIO
Soportó estoico guerra sucia, bombas retóricas, atentados suicidas. Ni la juez lo quebró. Solo sentirse menospreciado de la vida del niño al visitarlo tras las tapias transparentes de un McDonald´s bajo lejanas miradas lo disolvió, como se desbarata un castillo de arena frente a la pleamar.
En cuanto cerró la puerta de su solitario apartamento buscó en la soga una solución.
RENGLÓN TORCIDO
—¡Esa relación es inconcebible! —, le gritaron al ratón Ganimedes todos sus congéneres.
—Impondré mi querella ante la Comisión de Derechos Ratoniles: el amor sin requisitos es un beneficio inalienable—. La instancia falló a su favor y así fue como el gato entró a la ratonera.
Sobra decir que ninguno sobrevivió.
LA TEJA DURMIENTE
—Tierna mujer de blancas telarañas, te veo y en tu rostro craquelado se refleja infinita bondad, ¿tendrás techo para este militar?
—Entra a Argos, un trozo de mi casa voy a concederte.
Cuando le dieron muerte, la anciana ya había convertido a Pirro de Epiro, rey de Macedonia y Siria, con una teja, simple vegetal.
LENGUAS MUERTAS
—¿Qué vas a ser de grande?
—Linotipista —dijo el muchacho por facebook tipeando su PC
RATAS BÍPEDAS
Tocó su flauta afuera del ministerio y los políticos lo siguieron hipnotizados hasta un canal de aguas negras; nunca más se les volvió a ver. Por la tarde aquel virtuoso voló a Hamelín.
Dicen que esta vez el pueblo entero sí cooperó para cancelar su contrato con el controlador de plagas.
TAMAULIPAS
A los 8 años se preguntaba qué pasaría de haber descubierto a tiempo sus caderas fuera de lugar; tal vez no se sentiría un dodo: la habrían operado en el momento oportuno y jamás requeriría muletas para andar. Aun así era feliz; caminaba coja pero se soñaba en el aire, entre nubes y halcones. Además amaba a Socotroco, el perro, a su hermanito Alejandro y a mamá. Le angustiaba verlos llorar.
¡Todo pasó tan rápido!, estaban hombres encapuchados a un lado de la acera que le recordaron sus películas favoritas de lucha libre. La familia jugaba a mitad del camellón donde había un parquecito infantil; junto a ellos descansaban otros civiles, todos niños con sus padres y sus perros. Al otro extremo del boulevard se parapetaban policías tras una tanqueta blindada haciéndoles señas para que se quitaran del camino. De pronto se soltó el tiroteo.
El primero en caer fue Socotroco entre lastimeros chillidos de animal herido, luego miró a mamá intentando proteger al bebé con su propio cuerpo, y las muletas tiradas entre un charco de sangre muy a lo lejos, pues por fin, ¡oh!, ¡por fin!, había comenzado a volar.